Territorio comunitario, ancestral, sagrado y educativo de los Pueblos Originarios. Desembocadura del Arroyo Garín en el Canal Villanueva, Partido de Tigre, Provincia de Buenos Aires. Humedales continentales del río Luján.
El 18 de marzo, varias comunidades originarias del Gran Buenos Aires se congregaron en el territorio ancestral y sagrado de Punta Querandí para despedir a Umita, una pequeña guerrera de un año y diez meses que murió tras una dura batalla contra el cáncer. Allí la recordaron con música, bailes y muchísima emoción, y arrojaron sus cenizas al arroyo Garín.
Como hace mil años, los pueblos originarios despidieron a un ser muy querido en Punta Querandí. Pasaron varias semanas pero su presencia se siente en cada paso adelante y en cada logro de nuestra comunidad.
Así lo anticipaba Jakeline Mariaca Antezana: “Desde el plano que está ella, es una más de los ancestros que le da fuerza al lugar, tan cuidado y tan venerado por todos y todas. La fuerza de Uma los va acompañar, siempre”, decía su mamá, quien participó activamente durante varios años de la lucha en defensa de las tierras ubicadas en el Paraje Punta Canal, en el límite de Tigre con Ingeniero Maschwitz.
Uma Naira Pérez Mariaca nació el 1 de mayo de 2016 y vivió toda su vida conectada a sus raíces culturales quechua-aymaras y al territorio de Punta Querandí, valores inculcados por sus padres, Jaki y Daniel Eduardo Perez, miembros de la Comunidad Autóctona Runa Masis con sede en el Partido de La Matanza.
Fueron muchos los momentos de la niña transcurridos en este espacio protegido por familias indígenas y codiciado por el empresario inmobiliario Jorge O’Reilly.
Con cinco meses, Umita fue presentada a los ancestros en la ceremonia del Ara Pyahu, pocos días después del atentado que destruyó por completo el templo que había sido edificado para ese fin. También participó de la preinauguración del Museo Autónomo de Gestión Indígena en febrero de 2017. Además, aquí enterraron la placenta de la niña.
El 23 de diciembre del año pasado, los médicos detectaron un tumor en su cabeza y el 15 de marzo de 2018 falleció luego de pasar por distintas áreas del Hospital Gutiérrez del barrio de Palermo, donde fue operada en ocho oportunidades: dos por la extracción del tumor, cinco por la válvula de drenaje y una por la traqueotomía. Su madre relata que estuvo primero en la Unidad 18, luego una semana en la Terapia Intensiva, 20 días en Terapia Intermedia y de allí pasó a la Unidad 7, donde se descompensó y volvió a Terapia Intensiva un mes y medio.
Jaki cuenta el desenlace: «Uma se adaptó al bipap (respirador artificial) y pudo salir airosa a la Unidad 3 donde estuvo dos días y aprendí a manejar las técnicas de limpieza de su mucosa. De ahí nos pasaron a la Unidad 4 donde falleció a los 7 días. Y logró despedirse de nosotros abriendo sus ojitos luego de tres días de no abrirlos, con una lagrimita que no cayó.. nos miró con mucho amor a mi hermano, mi mamá, Dani y yo. Nosotros la acariciamos y le dimos fuerza para que parta, así lo hizo… cerró sus ojitos para siempre como durmiéndose».
La decisión de no hacer un velorio sino una ceremonia de celebración y despedida en el territorio ancestral a orillas del Arroyo Garín fue inmediata.
«Elegimos Punta Querandí porque las raíces de Uma son querandíes. Es un lugar sagrado y espiritual donde descansan l@s abuel@s y la naturaleza embellece y acompaña. La fuerza de Uma que representa su placenta enterrada en este sitio marcó su lugar de energía para siempre. No dudamos con mi compañero Daniel en despedirla allí, era donde el alma de Uma se iba a liberar», describe Jaki, quien resalta que la conexión con este territorio viene de antes de su nacimiento. «Al saber que Umita partía, les pedimos a los ancestros que la guíen en su camino», explica. «Nos pareció el mejor lugar para afianzarnos como familia y dejar lo más preciado de nosotros”.
Ese domingo 18 de marzo llovía y lloviznaba, pero el clima comenzó a componerse a partir del mediodía para cuando los familiares de Uma y sus allegados llegaron a Punta Querandí, casi todos ellos miembros de agrupaciones originarias.
La ronda y la música estuvieron presente desde el principio hasta el fin, y fue en ese círculo que la mamá y el papá contaron algunos detalles de la muerte de su hija y porqué decidieron despedirla de esta manera.
Luego de compartir el almuerzo con un apthapi –mesa comunitaria-, todas las personas se trasladaron hasta el bosque ubicado cerca del templo guaraní, allí se realizó una k’oa «donde cada uno la ayudó a partir echando la chicha hacia adelante», una ceremonia coordinada por Claudia Burgos de Runa Masis y Alex Cuellar de la Waka de Parque Avellaneda. “Nos estuvieron guiando porque hay muchas cosas que nosotros desconocemos y queríamos seguir las tradiciones aymaras”, cuenta Jaki.
Una vez concluido dicho ritual, caminamos unos pocos metros hasta el arroyo Garín donde finalmente sus padres esparcieron las cenizas de Uma, nombre que en aymara significa agua. En ese mismo instante hubo un acontecimiento que no pasó desapercibido: “Nosotros nos abrazamos, quebrados, luego de esparcir todas sus cenizas y de repente vimos una garza que sobrevoló en forma de círculo al ras del agua como venerando las cenizas de su cuerpo que partía, hizo otro circulo alrededor de todos los presentes y voló hacia arriba. Fue mágico, hermoso, para nosotros fue Uma mostrándose libre de todo. Se hizo ver para que todos sepamos que está todo bien y que ella agradece todo lo que hicimos en su nombre, no solamente nosotros que somos sus papás, sino a todos los cumpas presentes por tan amor desinteresado».
Allí continuaron los bailes y los cantos, el desahogo fue más fuerte. La ceremonia no concluyó hasta que se quemaron las vestimentas de la niña y ahí sí, su familia se retiró sin mirar hacia atrás. «Elegimos las ropitas que ella más quería, para que la acompañen en su camino, es una tradición que se sigue haciendo”, explica Jaki. “La familia no puede quedarse a ver como se quema todo”, agrega.
“Todo se fue haciendo con la intención de liberar a Uma y de que ella parta tranquila: sin tristezas, sin penas, que nos vea felices y que no tenga que quedarse pegada a nosotros porque la lloramos todo el tiempo. Eso sería continuar haciéndola sufrir y no nos parece justo, porque ya sufrió mucho ella», explica su madre.
«No era su naturaleza estar todo el tiempo en la cama, quieta, con pinchazos, operaciones, medicamentos… ¿Cómo le vamos a hacer una despedida con llanto y todo eso? No iba a partir más. Por eso esa decisión de despedirla con todo, con lo mejor de todos nosotros, con los mejores augurios para su nuevo viaje”.
Acompañados por la música de las diversas comunidades de sikuris, como Runa Masis, Sartañani y Arco Iris, la ceremonia fue un desahogo, una fiesta. “No nos identificamos con un velatorio, no lo sentimos de esa forma y como es Uma también: alegre, feliz, le encanta bailar, rebelde, inquieta. No nos parecía una forma de despedirla”, explica.
“La sikuriada que acompañó era parte de lo que Uma recibió desde la pancita, siempre se escucharon los sikus y vibraron en todo su cuerpito desde que se estaba gestando, así que era importantísimo”, manifiesta Jakeline. “Cuando nació y ya estaba un poco más grandecita, bailaba y saltaba cada vez que escuchaba sikus o cualquier otro género, entonces no podía faltar la música para ella”, afirma.
“La liberación de Uma nos produjo felicidad, tranquilidad y mucha paz. La tristeza estuvo, es inevitable, la vamos a extrañar, pero también estuvo la alegría. Estamos muy acostumbrados a aferrarnos a lo material y a lo espiritual mucha importancia no le damos”.
“Sentimos que Uma estaba ahí al lado celebrando cada momento que nosotros le ofrecimos, escuchando cada palabra que se le decía, ella estuvo presente y agradeció”, señala la mamá.
Jaki no tiene dudas de que el espíritu de su hija será protagonista de la defensa del territorio indígena. “Uma es Querandí”, vuelve a decir y agrega: “El espíritu de Uma forma parte de los espíritus y abuelos que están ahí, forma parte de lo que le va a dar fuerza y empuje a esta lucha que se viene llevando hace tanto tiempo en Punta Querandi. Es su lugarcito, donde sus papás siempre la llevaron».
Durante la emotiva jornada sobresalió una canción, un huayno sikuri con letra en aymara (su versión original cantado por Zulma Yugar y escrito por Fernando Gimenez ambos de nacionalidad boliviana). «Dani y yo notamos mucho amor de su abuela Silvia para con Uma a través de esa canción. Y se la hicimos escuchar siempre hasta sus últimos días. Daniel pidió a los grupos de sikuris Allyu Sartañani y Runa Masis que sacaran la canción para la ceremonia de despedida».
Jumataqi k’oli pankarita
(Para ti, linda florcita)
Suyasktamxa suma urunaka
(aguardarán días maravillosos)
Jumap nayampi, Uma Naira
(tu conmigo, agua de ojos)
Ma’suma thakhi lurt’asiñani
(un buen caminos forjaremos)
Ay ay ay Umita
K’oli pankarita
(linda florcita)
Pa’ maraxiw, suma imillita
(ya son dos años, buena jovencita)
Ma’ kutimpis khitirus munkati
(no amaré a nadie nuevamente)
Sumat sumat sarna qasiña
(debemos andar, comprendiéndonos)
Amtasimay, k’oli Uma Naira
(recuérdalo, linda agua de ojos)
Ay ay ay Umita
K’oli pankarita
(linda florcita)
MALTRATO EN EL SISTEMA OCCIDENTAL DE SALUD
Jaki y Daniel valoraron el esfuerzo, «el corazón» y «la humanidad» de muchos médicos, médicas, enfermeros y enfermeras, pero fueron claros en señalar “acciones innecesarias” sobre el cuerpo de la niña y el maltrato recibido de algunos profesionales «de alta jerarquía en distintas especialidades» a quienes «les queda enorme el título». Entre ellos mencionan al neurólogo Mazzola y a la doctora Gabriela del parte médico de terapia intensiva, quienes «han perdido todo lo que tiene que ver con el trato humano».
“Cada vez que Uma levantaba temperatura tenían que hacer cultivos, o sea llenar 3 o 4 jeringas con sangre para analizar si no tenía ninguna infección, después se dieron que era un problema neurológico pero por las dudas lo seguían haciendo”, relatan los padres, quienes abogan por un tratamiento «menos invasivo y más natural».
«Nos quejamos de una medicina que cura pero a la vez maltrata el alma», expresa la mujer y relata que «veíamos casos donde no eran necesarias muchas cosas y las hacían igual por protocolo, los niños sufren». Y amplía: «Pensamos hacer la denuncia, no va a quedar así, nosotros nos mantuvimos de pie porque tuvimos una contención de la familia, de los amigos, de los abuelos, de los ancestros», pero otros papás y mamás «se terminan enfermando por el maltrato».
Una de las situaciones más desagradables fue en terapia intensiva, en un momento clave. El tumor había crecido nuevamente y era necesario saber si Uma podía ser operada por tercera vez o si podría recibir quimioterapia. Cuando intentaron explicarle al neurólogo el doctor Anselmo Monteiro Mazzola, la decisión de los padres de usar aceite de cannabis, «se puso tan loco y tan a la defensiva que nos dijo textual: ‘Si fuera mi hija yo la dejaría morir tranquila’. Y nos escupió: ‘No responde de la cabeza para abajo, no hay nada más que hacer. Lo del aceite de cannabis es todo un cuento'».
Luego de este entredicho, que tuvo lugar el 20 de febrero, ninguno de los especialistas – neurocirujanos, neurólogos, oncólogos – quisieron volver a operarla a la niña porque «decían que ya no había nada más que hacer con ella».
A pesar de las palabras del especialista, los padres le dieron a Uma el aceite hasta el último día de su muerte. «Lo positivo fue que le regeneró… volvió a mover el brazo, tenía más conexión con nosotros, podíamos interactuar con ella a través de sus movimientos, estimularla, darle besitos, caricias y ella lo sentía, se movía todo su cuerpito como para hacernos notar que estaba disfrutando las palabras y los mimos», describe Jaki.
Otro encontronazo fue en los momentos posteriores a la muerte de la beba. «Cuando mi hija falleció no les querían sacar el tubo de oxígeno porque tenían que venir otros médicos a verificar. La levanté a upa y me quedé con ella. Después la querían meter en una bolsa y dije: ‘No, la voy a llevar yo en brazos’. Si la madre esta destruida, llorando, destrozada, hacen lo que ellos quieren. Por suerte pude decir las cosas firmes para que respeten nuestros últimos deseos».
A pesar de estas situaciones puntuales, la familia de Uma agradece a parte del personal del Hospital, tanto enfermeros como doctores, «quienes nos han dado el apoyo, la fuerza y la entereza para poder entender lo que le pasaba a Uma científicamente», y también recuerda a otros padres con sus hijos enfermos, «gente tan bonita, luchadores como ningunos, firmes todos los días pegados a sus niños».
El domingo 18 de marzo quedará en la historia: el día que los pueblos originarios recrearon sus prácticas mortuorias en Punta Querandí, demostrando la vitalidad de su existencia en su territorio ancestral.
Gracias chicos por esta nota!
Emociona el alma, Punta Querandies será siempre un lugar Sagrado y espiritual, Uma es aquella Garza, y aquellos arboles, es ahora un alma libre que tuvo su ceremonia ancestral para Transcender.
Gracias infinitas por la resistencia, el amor y la entrega!!
A la Familia de Uma, mucho amor, paz, firmeza para denunciar, valentía para seguir en esta Vida que todavía hay mucho por hacer.
Gracias Punta Querandies
La memoria de nuestros pueblos no se callaran JAMAS
Paola